lunes, 15 de abril de 2013

Mi propuesta de democracia para un país... cualquier país


Democracia, una palabra que se enarbola con, quizás, demasiada ligereza. Sin embargo, este legado griego, perfectible por demás, debe ser adaptado a cada pueblo. No es una franquicia que pueda empaquetarse e implementarse en cada nación sin pensar en su idiosincrasia. En Latinoamérica, siempre ha sido endeble y muy mal entendida. No pretendo con estas líneas otorgar una varita mágica que resuelva todas las problemáticas, no sólo de mi país, sino de muchos, ni pretendo que mi propuesta sea perfecta, pero mucho de lo presente es derivado de una visión crítica y objetiva de esta realidad que nos rodea. No pretendo tampoco dar un golpe de mesa a los valores de libre elección que en muchos lugares se ha ganado tras muchos años de esfuerzo, sino redimensionar y sincerar lo que considero serias distorsiones que nos han hecho caer en laberintos peligrosos.

En primer lugar, todo comienza con el hecho de pertenencia a una nacionalidad por el mero hecho de nacer en un territorio. La nacionalidad conlleva una serie de derechos y deberes enmarcado en el contexto legal y constitucional de un país a quienes nacen dentro de sus fronteras, pero ¿hasta dónde el mero hecho de nacer dentro de un territorio debería otorgar una serie de prebendas “gratuitas”, tomando en cuenta casi el factor casual del hecho involuntario de nacer? Se dice que todo el que nace dentro de un territorio es ciudadano de dicho país. Aquí encontramos un primer factor que debería ser cambiado y para ello mi propuesta parte del establecer a nivel legal obligatorio una serie de categorías o escalas estrictas que diferencien a la población según su relación en cuanto a impacto, responsabilidad  e incidencia en el país.

En primer lugar tendríamos la condición de POBLADOR. Entendido dentro de esta propuesta, Poblador sería toda persona que nace dentro del país, pero que realmente aún no puede ser considerado un Ciudadano, por lo tanto, es una persona que posee una cantidad enorme de deberes y muy pocos derechos. Un poblador sería una persona que aún no posee criterio (o derecho a que su “criterio” sea considerado) para algo en lo que significa el desarrollo de la nación. Esto puede ser porque se encuentra en formación o porque realmente su perfil no es lo suficiente para ser tomados en cuenta.

Menores de edad, adolescentes y personas sin niveles de preparación comprobados entrarían dentro de la categoría de Poblador, donde los derechos tienen cierta condición muy básica, cuidando que garanticen su nivel humano, como cuidado, formación, alimentación, salud, pero es más importante que cumplan de manera estricta una enorme cantidad de normas, pues no tienen condición ni capacidad para ser considerados en la fuerza motora del país. Ya mucho es el hecho que se le reconozca que puedan estar dentro del territorio.

En segundo lugar, tendíamos al CIUDADANO. Sería una condición que puede (y recalco el “puede”) ser adquirida a partir de los 21 años. Es importante recalcar que para ascender a cada escala sería recomendable presentar un test tras haber cumplido la edad y requisitos correspondientes (entre los cuales, para el Ciudadano, sería necesario el haber culminado con ciclo de educación primaria y secundaria), que sirva como soporte adicional, prueba de conocimiento sobre su nuevo estatus y filtro más o menos fidedigno a la hora de dar fe que la persona ya tiene cierta condición de trascendencia dentro de la sociedad. Tener la edad sólo como un determinante de deberes y derechos es también una distorsión demagógica. Se debe también probar que se esta en capacidad de subir el nivel.  

El Ciudadano tendría así la mayor parte de los derechos y deberes regulares de la Constitución del país, así como las que derivan de la típica “mayoría de edad”, entre ello el derecho al trabajo. No obstante, el Ciudadano no sería considerado una persona apta para decidir sobre el destino del país. Puede laborar y producir, pero eso no es suficiente a la hora de ser considerado una persona con el criterio ni la visión suficiente como para determinar sobre la vida política y curso de una nación.

En el tercer escalón encontraríamos la condición de ELECTOR. Quienes optan para esta categoría deberían contar con una edad mínima de 31 años y poseer al menos un título de tercer nivel (Técnico superior o Universitario), un historial penal limpio, además de, como el caso anterior, presentar un test para acceder a la condición. Serían los Electores, sin distinción de sexo o condición social, los llamados a las urnas en el caso de procesos electorales. Serían personas con una visión y criterio comprobado como para poder decidir sobre el destino de un país. Ellos cuentan ya con un trasfondo, experiencia profesional y de vida como para poder llevar sobre sus hombros esta delicada responsabilidad. A pesar de que este planteamiento pudiese ser acusado de excluyente, el considerar que cualquiera, a partir de cierta edad, puede designar sobre el curso de todo un país puede sonar muy incluyente, pero es peligrosamente irresponsable y sólo obedece a intereses partidistas, no a intereses del beneficio de un país.

Habría una cuarta condición, la del POSTULABLE, quienes serían personas consideradas aptas para lanzarse a cualquier cargo de elección popular, entre ellos, como es lógico, la Presidencia de una República. El Postulable debería tener al menos 41 años, poseer al menos dos títulos de tercer nivel o uno de cuarto (Postgrado), historial penal limpio y una prueba certificada de salud mental, además de presentar y aprobar el test de rigor para acceder al nivel. Ello, si bien no garantiza al ciento por ciento la capacidad de quienes pretenden dirigir el destino de un país, al menos proporciona una base que otorga ciertos niveles de confianza.    

Todo sistema es posible distorsionarlo y no es ajeno de desarrollar vicios en el camino. Pareciera ser una condición natural en la dinámica humana. Como asenté al inicio de este breve planteamiento, no se pretende que sea la solución a todos los problemas, pero pone sobre el tapete una base a partir de la cual se podría empezar a trabajar. En todas las sociedades humanas ha habido sistemas piramidales jerárquicos, algunos muy nocivos, como los derivados de niveles monetarios. Lo que aquí se pretende es establecer uno que, más allá de clasismos económicos, sanguíneos o políticos, lo plantee desde la base de tener grupos con visión y criterio suficiente como para asumir responsabilidades delicadas como es la conducción de un país.

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