La televisión se ha convertido ya en algo inherente a nuestras
vidas. Desde la cuna, l@s niñ@s toman ya contacto con la pantalla televisiva
que impone un estilo y modo de vivir concreto, cuyo centro neurálgico es ésta “caja
mágica” que atrae y fascina.
La televisión pertenece a l@s niñ@s porque nacen con ella. Como
el/la japonesit@ del anuncio nace con su camara bajo el brazo donde
antiguamente l@s hij@s de l@s campesin@s traían el pan y su primera acción es
fotografiar a sus padres/ madres con la misma naturalidad y soltura con que
fotografiaría todo lo que encuentre en el camino de su vida turística, así l@s
niñ@s de la era de la televisión nacen con el televisor encendido en la clínica
de maternidad donde vienen al mundo y, al llegar a su casa, encuentran el mismo
cuadrilátero luminoso y colorista siempre frente a sus padres/madres. El
persistente sonido de la televisión l@ dormirá y el mismo monótono sonido l@
despertará.
Si l@s bebés conservaran en el consciente los dos primeras
imágenes grabadas en su retina, una sería la de sus padres/madres mirándoles/as
embobad@s, sonrientes y orgullos@s, inclinad@s sobre su cuna, y la otra, la de
sus padres /madres sentad@s delante del televisor. Conforme crecen y son
capaces de percibir el ambiente que les/as rodea, allí encuentran el televisor.
No hay comentarios:
Publicar un comentario